La personalidad no solo de los niños y niñas sino también del adulto se describe como un todo integral. Cada niño/a es un ser concreto que posee su propia historia que difiere de otras; que posee características muy particulares, biológicamente nace con ellas; que su aspecto fisiológico, cultural, económico, comunidad y familia son diferentes.
El niño/a que se inicia en un proceso de socialización y educación es el producto del moldeamiento de su herencia cultural, sus particularidades psicológicas, las consecuencias de ambiente familiar y las de sus condiciones económicas.
La personalidad se va formando, con base a su temperamento, adquiriendo, modificando y regulando a partir de las relaciones que establezca en el “mundo de las personas”, “el mundo físico” y el “mundo ecológico” en su actividad; el proceso de desarrollo de la personalidad se da individualmente, irrepetible y único, en gran parte está condicionado por circunstancias concretas y cambiantes del medio social al cual pertenece.
La familia, las recompensas, los castigos, las relaciones con otros niños/as de su edad, el contacto con otras personas, la influencia de los hermanos, los medios de comunicación y el concepto que logre de sí mismo, son entre otros, influyentes en el desarrollo de la personalidad.